En el reino de la naturaleza | Ideal

2022-08-26 19:07:47 By : Mr. Henry Lee

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Las 5 noticias de última hora de este viernes en Granada

José, con su mula 'Lola' y su nieta, junto a un grupo de vecinos en Laroles. / ALFREDO AGUILAR

Por la Ragua se entra en la Alpujarra, esa otra de pueblos menos acostumbrados a la visita de forasteros pero igual de intensos y bellos, dueños de leyendas y telares, incluso de castillos y fortalezas donde la historia asegura que el rey Boabdil mantuvo el llanto tras abandonar Granada. El paisaje es un regalo desde que dejamos atrás la impresionante figura del castillo de La Calahorra camino de La Ragua por una carretera que deja mucho que desear. Punteada por balizas para marcar la altura de la nieve que cubre las cumbres durante los meses de invierno. En el puerto, una oportunidad desaprovechada para mejorar la vida de la gente de este lugar con el esquí de fondo, destaca un albergue con restaurante construido por la diputaciones de Almería y Granada que permanece cerrado. Y también lo está el centro de información. En el aparcamiento una docena de vehículos en los que han llegado senderistas para recorrer las múltiples rutas que arrancan ahí y los llevarán hasta el corazón de la sierra. Una familia está dispuesta a alcanzar Aldeire. Los caminos y las pistas forestales señalizan bien los circuitos, de mayor o menor dificultad, pero no hay nadie más que ayude o que oriente. Ni siquiera un puesto con lo imprescindible para comprar bebidas y comida. Lo dicho, una oportunidad perdida de entre tantas que Granada o Almería se saben de memoria.

Desde la Ragua se desciende por una vía en la que encontramos reses pastando en el arcén o en las laderas riscosas y húmedas. Llama la atención que animales que pesan más de 300 kilos se muevan con la misma agilidad de una cabra montés. Mientras rumian no se inmutan al paso de los pocos vehículos que transitan. Están en el reino de la naturaleza y en él, en la provincia de Granada, nos encontramos Laroles, de construcciones alpujarreñas tradicionales, como lo son sus costumbres. En un corro que ocupa la acerca y parte de la calzada, José Esteban sujeta a su 'Lola', una mula que ahora la tiene para transportar sus cosillas del campo. Ya no ara ni trilla. Ni él ni 'Lola' están para muchos trotes, aunque el animal aguanta en la grupa a la nieta de José, una niña de pocos años que se mueve sobre el aparejo con la seguridad de quien lo ha hecho muchas veces. Ha sido talabartero toda la vida cosiendo arreos para labores agrícolas y ha trabajado en el campo. Como él, José Luis además de labrador ha sido pastor con un rebaño de 218 cabezas. «He estado 54 años pastoreando por esas sierras y si pudiera estaría otros 54». Lo dice sin dudarlo y eso que es un oficio duro y sacrificado que lo mantenía semanas y meses tirado en el monte, en el que comía y dormía en el suelo en terrenos de sierra donde el frío corta y el calor ahoga. «Pero a todo se acostumbra uno; hoy quedan tres o cuatro pastores porque esa vida no la quiere nadie. Se pena mucho».

Las circunstancias de estos lugareños de Laroles ha cambiado a mejor. Salen poco del pueblo y si lo hacen es porque no hay más remedio. «Si es cosa seria hay que ir a los médicos de 'Graná', si puede 'esperar' a las urgencias de Ugíjar; 'pa' otra cosa 'paqué' quiere usted salir». Esta forma de entender la vida sin más sobresaltos que los irremediables se aprecia mucho en estas tierras del Levante almeriense y el poniente granadino, en las que la abundante agua purifica y sana, como en la fuente de la Inmaculada en la que una leyenda afirma que un Ave María concede 40 días de indulgencias, y así lo hace desde 1681. Puede que usted no busque indulgencias y que lo que quiera sea solo agua buena, y por eso Lourdes llena garrafas para llevárselas a su casa de Almería. «Está más buena que la de Lanjarón».

Iglesia de la Encarnación, en Laujar, conocida como la 'catedral de la Alpujarra'. / A. AGUILAR

Pero si lo que desea es saber cómo vivir mil años, o más, diríjase por el Camino de la Loma hasta el olivo milenario, un gigante verde que empequeñece cualquier cosa que se ponga a sus pies. Puede preguntar y probar porque si alguien tiene la respuestas para una vida larga y plena es él.

Otro secreto del pueblo sí se podrá conocer por todo el mundo, pero no hasta el 16 de agosto del año 2034. Lo guarda una cápsula del tiempo cerrada hace 15 años y custodiada en el Ayuntamiento. A Nieves le gustaría que fuese el ruego de recuperar el esplendor de Laroles, que con el tiempo se ha perdido y eso que fueron los primeros de la Alpujarra en tener casi todos los servicios públicos necesarios. Pero hoy hasta la falta de camareros mantiene los bares cerrados y la Villa Turística de la Junta –troceada, vendida y en ruinas–, es un monumento al despropósito.

Ella y su compañero Antonio destacan al menos el carácter solidario de los vecinos de Laroles, que cuando comenzó el ataque de Rusia se trajeron a diez ucranianos para alojarlos en el pueblo. Los vecinos crearon un grupo de whatsapp para ayudarlos y ha sido un éxito. «Algunos de ellos se han quedado a vivir aquí y otros trabajan o estudian en Granada. La red de mujeres mueve montañas aquí», sostiene.

Señalización turística en el pavimento. / A. AGUILAR

El recorrido que busca el final en Laujar de Andarax transcurre primero por localidades que como Paterna del Río o Bayárcal marcan ya los límites con la provincia vecina, y lo que es más interesante: señalan el 'techo de Almería', porque Bayárcal es el pueblo más alto de la provincia a 1.255 metros de altitud. Si quiere comprobarlo personalmente puede lanzarse por una tirolina, la más larga de Andalucía, con 600 metros de recorrido a más de 1.200 metros de altitud sobre el arroyo del Palancón.

Como en otros pueblos de la comarca, la presencia árabe ha dejado importantes huellas en su trazado urbano y adquirió su entidad propia allá por 1572, cuando Felipe II venció a los moriscos sublevados de la Villa de Ynizar. Su iglesia mudéjar alberga un retablo del siglo XVI, de gran valor, pero su más preciado tesoro se conserva bajo una cubierta mudéjar: bellas tallas barrocas de los siglos XV y XVI de las escuela Granadina de Alonso Cano.

Gabriel Bosquet, en su bodega de Laujar. / A..A

La carretera deja a un lado y otro espectaculares vitas de inmensos pinares, castaños y encinas que se asemejan a guardianes del tiempo y vigías de la fertilidad salvaje y natural. Todo parece improvisado pero nada sucede al azar en una sinfonía perfecta en la que la naturaleza vive en plenitud. En Paterna del Río apenas son 140 vecinos y la nostalgia recuerda cuando sus bancales los poblaban cultivos infinitos de manzanas y perales, en especial la variedad 'La verde doncella', sabrosa y de olor duradero que era difícil encontrarla en el mercado. Los lugareños colocaban pequeños cestos en las habitaciones y su aroma intenso mantenía el hogar perfumado. Lo recuerda Miguel García Ayala, el propietario del bar que lleva su nombre. Llegó al pueblo hace treinta años, cuando se casó con una hija del municipio, y en Paterna del Río se quedó.

«La gente llegaba preguntando si era ese el pueblo de las manzanas. Y lo era. Casi todos los vecinos tenían más o menos árboles y en la época colocaban las manzanas en cajas en los trancos a lo largo de la calle para venderlas». Las tierras del pueblo se dedicaban en buena parte a su producción hasta que los bajos precios no cubrían los gastos para las necesidades de mantenimiento y poco a poco todos abandonaron el cultivo. «Lo que ha pasado es que los políticos no respetan el campo y eso ha hecho que el pueblo se haya quedado vacío y abandonado; hoy la gente vive de la jubilación porque lo que hay son jubilados». En las palabras de Miguel se aprecia el dolor y la resignación, como en otros vecinos que, simplemente, dejan el tiempo pasar sin esperar mucho de nada. Y eso que esta semana han tenido dos buenas noticias a la vez: el nacimiento de un niño, que no es frecuente, y la llegada de un matrimonio belga que ha fijado allí su segunda residencia. «Mire usted da alegría que nazca un niño en el pueblo porque a bautizos y bodas vamos poco o nada, pero los funerales son otra historia».

Balconada a Laroles desde la entrada del municipio. / A.A.

Ya en el valle, Laujar se asoma entre viñedos de los que salen después reconocidos caldos y hasta espumosos. Maestro en este arte es Gabriel Bosquet, natural de la localidad al que su apellido le viene, al parecer, de algún militar francés que decidió quedarse por el lugar y dejarse de guerras napoleónicas. De su bodega salen más de 200.000 litros de tintos, blancos y espumosos con uva de sus propios viñedos, algunos de ellos con múltiples premios y reconocimientos. Gabriel y su hija vigilan todo el proceso desde el cuidado y mantenimiento de las cepas hasta que llega a las barricas. Está contento porque toda su producción anual la vende entre Almería y Granada, no necesita exportar.

Lo malo de pueblos que no están de paso es que se pierde la oportunidad para disfrutar con la sencillez de la extraordinario y la grandeza de lo cotidiano. Mucho de eso ocurre con Laujar, municipio que alumbró a personajes ilustres como el escritor y periodista modernista Francisco Villaespesa. Pero si hay algo en abundancia es agua, que nace fresca desde los dieciséis pilares repartidos por el pueblo, algunos de ellos marcados por la historia, como el localizado en la plaza mayor de las Alpujarras, construida en 1684, o tan sugerentes como el llamado 'pilar del Chocho', situado en la calle Granada, que algunos dicen llamarlo así porque en el siglo XIX había señoras que se lavaban en él sus partes nobles, aunque el historiador Francisco Castañeda aclara como cierto que el nombre de la fuente le viene de un dulce enrollado elaborado con caña de azúcar que se horneaba en una panadería que había junto al pilar. Lo que nadie aclara es la relación del dulce enrollado con el 'chocho', pero así consta en los rótulos oficiales.

Uno de los diciséis pilares con que cuenta el municipio almeriense. / A. AGUILAR

Para encontrar éste o cualquiera de los lugares de interés no hay más que seguir las flechas de diferentes colores colocadas en el suelo como adoquines en las que se puede leer 'La Alpujarra almeriense deja huella'. En total hay tres rutas con itinerarios que pasean por calles y plazas: la ruta de Auxa, la de Los Pilares y la de El Hizan. Estas originales 'huellas' le pueden llevar hasta la plaza de toros, la más antigua de Almería en la que con un aforo de 2.500 asientos cabrían todos los vecinos del pueblo y los de otros municipios del entorno, o conducirle hasta los restos de las 'misteriosas' ruinas del convento de San Pascual Bailón, un antiguo monasterio franciscano de grandes proporciones, obra del granadino Diego González, que en la actualidad es solo un montón de edificios en ruinas. Al ver de cerca que en la nave principal de la iglesia crecen las higueras salvajes y abunda la vegetación, y observar techos y maderas convertidos en escombros se cae el alma. Una pena, sí, porque a saber cuánto podría haber dado de sí este complejo de los siglos XVII y XVIII que ha sido hasta cuartel de la Guardia Civil.

Dejamos atrás el murmullo del agua y el aroma de pueblo para regresar hasta La Ragua, donde las pequeñas historias se han hecho ya memoria y recuerdo. Esta noche brindaremos con vino de Laujar de Andarax.

Filipinas y el rey Boabdil tienen en común el pueblo de Laujar. Resulta que al vecino Pedro Murillo Velarde, que además de sacerdote jesuita fue casi de todo y entre sus muchas ocupaciones y destrezas brilló como cartógrafo, se le atribuye el primer mapa de Filipinas. Con su labor como profesor en la Universidad de Manila consiguió una notable influencia en el país, tanto que con el tiempo se creó en el palacio Casa de los Moya el Centro Cultural Hispano-Filipino, que dedica parte de su espacio al escritor Francisco Villaespesa y alimenta el pulso cultural en la localidad con actividades como la exposición 'Las brumas perdidas', de Juan Antonio Maldonado. Más poética es la historia del rey Boabdil, que se refugió en Laujar tras dejar la Alhambra, dicen que entre lágrimas, y dicen también que el llantó siguió después en la alcazaba del siglo XIII en la que se refugió. Esta sirvió a Abén Humeya de cuartel general durante la revuelta morisca y, como la fortaleza nazarí más importante de la Alpujarra, también allí se instaló primero El Zagal antes de la Toma de Granada, y después Boabdil tras las capitulaciones de Granada. Cuando murió Morayma, año y medio después, el rey abandonó Laujar camino de Fez y ya no pisaría jamás las tierras de Al-Ándalus.